Chocolate a la taza

Chocolate a la tazaEl ‘Chocolate a la taza’ se llama, también, ‘Chocolate para hacer’ que es el nombre más adecuado, porque no se comen crudas las rectangulares tabletas de chocolate que tienen de medio a un kilo de peso, aunque lo normal es que sean de cuarto kilo.

El chocolate para hacer que hoy tenemos no se parece en nada al de los años cuarenta, que tenía una consistencia terrosa (del salvado), y sabía más a alubias tostadas que a cacao. Hoy, en cambio, llegan a las fábricas el cacao de Ecuador, de Brasil, y los más cercanos de las naciones africanas, como Ghana. Estos cacaos intervienen, mezclados en las proporciones adecuadas, hasta en un setenta y cinco por ciento del ‘Chocolate para hacer’, que también lleva harina en cantidades variables, según se quiera que salga más o menos espeso, y azúcar, etc. Es un chocolate negro y de intenso sabor.

Hacer chocolate a la taza es muy fácil. En la leche muy caliente, retirada del fuego, se disuelve el chocolate que uno quiera y, después, se lleva a la lumbre hasta que hierva. Entonces se retira, y cuando deja de burbujear, se pone otra vez al fuego hasta que vuelva a hervir, y tres veces se hace esto según la tradición. Para las meriendas con invitados es ideal porque, como está caliente, da tiempo a criticar a los que no estén allí.

En las aldeas gallegas, y lo presencié algunas veces, a un niño recién nacido, la madre, antes de ponerlo a la teta la primera vez, le daba una pizca de chocolate en una peseta de plata. Eran otros tiempos, y lo digo por lo de la peseta.

El resto del chocolate lo tomaba la madre, naturalmente, después de un caldo de gallina.

© OLAF – 10 de diciembre de 2002

Scroll al inicio