Cerdo
– Cerdo, ven a acostarte que ya es tarde – dijo Foroneo.
– Ya voy – contestó Cerdo.
Yo comencé a escribir de nuestro cerdo. Adivinaba que la cosa iba a ser un poco larga. Y cuando ya empezaba los papeles del volumen treinta y dos, y perdido diecisiete quilos, un buen amigo me sacó de casa a dar un paseo y me dijo:
– Mira, todos sabemos lo de la matanza del cerdo a partir del San Martín, cuando hiela y la luna tiene forma de C; que es una fiesta como ninguna otra y compartida con los vecinos y parientes; que el cerdo se llama Sus scropha aunque tu dices que ese es el jabalí, y que el de casa es el Sus domesticus que procede del scropha y del indicus. Llámale como quieras, que no importa.
-También sabemos – continuó – que es un mamífero, no rumiante, y es omnívoro como tú y como yo, que tiene una gran cabeza y un hocico para enloquecer de gusto comiéndolo milímetro a milímetro. Y, si quieres, dí que tiene las manos cortas que sostienen los lacones, y unas patas, también cortas, que sostienen las nalgas, o sea, los jamones.
Y terminó:
– Y todos los cazadores conocen eso de ‘si el cerdo volara…’, porque de él se aprovecha todo: solomillo, lomo, jamones, lacones, costillas y costillar, la papada, codillos, pies, parte baja de la panza, espinazo, la cabeza o ‘cachucha’, las tripas, la lengua, riñones, tocino, sesos y el unto que se ahuma. Deja eso y habla de otras cosas.
Lo cierto es que tenía razón y, al llegar a casa, quemé los millares de folios que tenía escritos. Mientras los echaba en la hoguera fuí recordando algunas cosillas que había escrito.
Cerdo, cerdonis es ‘obrero’ en latín, pero el nombre castellano viene de ‘cerdudo‘, que ya es latín vulgar. En la China y en el Japón es doméstico desde hace cientos de siglos, y es totémico para la raza celta, de manera que los ‘Toros de Guisando’ en Ávila, non son toros sino cerdos.
Para los países árabes, palestinos y judíos, el cerdo era un animal impuro. En el Levítico de la Biblia, el Señor le dice a Moisés y a Aarón (el hermano) los animales que pueden comer o no. Sólo pueden comer los que rumian y tienen la pezuña partida. Por consiguiente, el cerdo, que no rumia, es impuro, y quien solamente lo toque tiene que desnudarse, lavar los vestidos y queda impuro ‘hasta la tarde’. De peces, por ejemplo, solamente podían comer los que tenían aletas y escamas, así que adiós a la lamprea y a las angulas. Que la cosa iba en serio lo pone de manifiesto que lo repite, todo esto y mucho más, en el Deuteronomio. Pero Isaías reconoce que de noche, y a escondidas, muchos judíos se juntaban para comer carne de cerdo que les gustaba a rabiar.
En el Corán también se prohibe comer cerdo por ser impuro. Sin embargo, es más permisivo que Yahveh, porque si se come carne de cerdo por necesidad, y no por ‘contravenir’, Alá es indulgente.
Todo tenía relación con la higiene y, en el caso del cerdo, con la triquinosis que produce la trichinella spiralis. Por lo menos eso dicen los exégetas.
Y como ya estoy volviendo a liarme, paro.
El cerdo es el cerdo. Y basta.
© OLAF – 10 de diciembre de 2002