Chorizo
El chorizo es, quizá, el embutido de cerdo más común, no solamente en Galicia, sino en toda la Península y otros muchos países.
El chorizo no es otra cosa que un pedazo corto de tripa fina llena de carne de cerdo picada (cuanto mejor sea, mejor), bien adobada y, después, curada al humo.
Ya se entiende que, con esta definición hay tantas clases de chorizo coma personas que los hagan, porque el sabor depende de los trozos de carne que se utilicen y de las especias con las que se adoben.
Todos los chorizos llevan pimentón. Por consiguiente, la tradición de hacer chorizos en cualquier región de nuestro país, se corresponde con la generalización del uso del pimentón, o sea, en el siglo XVIII.
El chorizo gallego tiene, también, variedades locales, aunque lo normal es que tenga un grosor de dos a tres centímetros (también se hacen más grandes y más estrechos) y un color rojo oscura cuando está maduro. En el adobo lleva magro de cerdo (y a veces le echan un poquito de ternera si la tienen), tocino en distintas proporciones, pimentón dulce y un poco más de picante, otro poco de ajo (imprescindible) y también otras especias, según el gusto de cada uno, como puede ser orégano. Naturalmente, se sala bien pero non con exceso, y el adobo (zorza) se deja reposar un día antes de hacer el embutido.
Se acostumbra a hacer los chorizos en ristras que se ponen colgadas al humo de tojos o, mejor, de carballo, hasta la maduración.
Después pueden conservarse en manteca de cerdo llenando con ellos vasijas de barro, altas e sin asas, o en latas nuevas, y se comen crudos, cocidos o fritos. De cualquier manera son estupendos.
En las casas donde se hace matanza se usan las tripas del cerdo, bien limpias, para hacer los chorizos. En las fábricas de chorizos (que las hay) usan tripa artificial de colágeno, que sustituyó a la natural después del año 1953 en que se instaló la primera fábrica de esas tripas en España.
© OLAF – 10 de diciembre de 2002