Angula – Anguila
Las angulas, uno de los productos típicos de Galicia, esconden el misterio de su biología. Son angulas, sí, cuando llegan a nuestras costas, de las que salieron sus madres, y a las que vuelven sin saber por qué ni cómo, para constituir un plato típico de las costas gallegas como primeras receptoras de las que logran atravesar el Atlántico, que recorren a mil millas por año.
Este plato, posteriormente, se hizo famoso en las provincias vascongadas, adquiriendo allí fama, aunque su precio lo hace inasequible para muchas economías.
Las angulas, después, se introducen en la tierra por los regatos y aumentan de tamaño, y viven en los ríos hasta transformarse en anguilas, también objeto de una exquisita cocina gallega. Más tarde, alcanzan el mar e inician su singladura hacia el Mar de los Sargazos. Allí desovan y mueren. Sus crías, las angulas, regresan al lugar en donde sus madres iniciaron el último viaje.
Hoy casi podríamos asegurar que las angulas regresan sólo aproximadamente al lugar de donde salieron sus madres, porque el hombre está modificando constantemente el perfil de las costas y la desembocadura de los rios, con independencia de que la creciente polución de las aguas merma la población de angulas.
Me gustan las angulas (hoy transformadas en algunas partes en «gulas» hechas de peces y tinta de calamar) y las anguilas, preparadas unas y otras según la tradición de cada comarca. Pero lo que no dejo para que coman otros, es la piel tostadita de la anguila.
© OLAF – 10 de diciembre de 2002